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Карой Мейгеш: Пере-живший (уривок)
2014
Un cuento pluridimensional
2014
Desde que Kitkat empezó a trabajar en la fábrica de Dimensiones indudablemente cambió su manera de concebir el mundo. Él mismo solía decir –como lo hacen los grandes pensadores– que todo era diferente: por ejemplo, que si mirásemos a nuestro alrededor desde el hoyo de la esquina de la parcela vecina, la perspectiva sería totalmente diferente a lo que veríamos si lo hiciésemos desde la ventana de la escuela. Por otra parte ilustraba la complejidad de la vida mediante una red de laberintos increíblemente intrincada. Estos cambios también cobraron validez para los cuentos. Kitkat afirmaba que si en un cuento podía ocurrir cualquier cosa, o todo, pues que así fuera.
–Vamos a fabricar un cuento –dijo un buen día entusiasmado– en el que aparezca la Rana Encantada y …
Aquí se puso pensativo, ya que encontrar la pareja apropiada para algo, eso sí es una de las ciencias más difíciles del mundo.
–¿La Caperucita Roja?–pregunté.
Sólo sacudió la cabeza.
–¿El oso Winnie the Pooh?
Ahora ya frunció las cejas y puso un dedo ante sus labios.
–¡¡Ssshhh!!
Y yo esperé.
Entonces de repente lo dijo.
–El Espantapájaros.
–¡Oh, oh, oh! –grité sorprendido.
–¿A qué vienen tantos “oh”? ¿Acaso no está bien?
–Sí, sí, estupendo.
Benny Jackson, artista peruano
Benny Jackson, artista peruano
–Entonces –declaró– ellos se encuentran y hacen algo.
Entendí que la continuación del cuento –fuera como fuera– recaería sobre mí. Pero si se trata de un cuento, entonces ni modo, hay que actuar, o sea, contar.
–Érase una vez un Mago Malvado que podía tomar la forma de todo tipo de figuras. Su intención era practicar la magia oscura. Ocurrió que un lindo día justo a mitad del verano se había puesto en camino bajo la forma de un Espantapájaros. Para colmo no mostraba una cara perversa sino más bien bondadosa, y por esta razón era verdaderamente malo.
–¿Y cuándo vendrá el Dimensionador? –Interrumpió Kitkat llegando a este punto.
–Ah, ¿qué el Dimensionador también va a aparecer en este cuento? –exclamé asombrado.
–¡Por supuesto! Así se convertirá en un cuento fantástico. –Insistió.
–Está bien pero esta parte la cuentas tú porque yo no entiendo mucho de esto.
–Vale. –Aprobó él y prosiguió con el tema que había dejado empezado.
–En el Dimensionador puedes pasar de una dimensión a otra como lo hace este Mago Malvado. Solamente hay que conocer el código. ¿Tú sabes cuál es?
–Y, ¿cómo lo voy a saber?
–Te lo voy a confesar. –Inspiró aire –. X581yasg888#vgg0021rto##K154zgû. –Recitó Kitkat con tal sencillez que incluso durante un trasplante de cabeza sería capaz de repetirlo.
Y después continuó en un tono más didáctico:
–Entonces, aquí está todo con lo que se puede dominar el mundo. Aquí llegan las ondas Luising, las ondas Resering y la corriente Alange
–¿Qué?
–¡No me interrumpas!–señaló Kitkat.
–Estas cosas se pueden usar también con fines nobles, solo causan problemas si caen en manos del Mago Malvado. Porque, por ejemplo, si lanzan a alguien al Espacio Espiral nunca va poder escaparse de allí, por lo menos no sin ayuda. Esa persona puede morirse de hambre, aunque allí en el Dimensiador estén las Esporas Alimenticias para el Hombre, de las que podría alimentarse.
–¿Esporas? –pregunté extrañado.
–Sí, la espora es un producto que contiene todo lo que necesita nuestro organismo. Una espora contiene provisiones para una semana.
–Vale, vale, –interrumpí–Pero ¿qué pasa con el Espantapájaros y la Rana?
–Eso sigue contándolo tú–me ordenó.
–El Mago Malvado, ese día convertido en Espantapájaros, después de haber tomado su ración semanal de esporas salió para cometer una gran fechoría. Saltando de una dimensión a otra llegó a la orilla del lago. Dirigió la mirada a su alrededor para ver si venía la corriente Alange.
–Pero esa corriente solo puede existir en el Dimensionador.
–Está bien entonces simplemente dirigió la mirada a su alrededor y vio a una rana que estaba tomando el sol sobre una piedra. No esperó más, ya que era infinitamente malo. Pero todavía quería disimularlo, así que sacó una pequeña flor y dijo en tono amable de espantapájaros – Oh, ¡tú Rana encantadora! No tengo ningún amigo en este mundo. ¿Quieres ser mi amigo?– La rana sintió lástima del Espantapájaros solitario y accedió con gusto a ser su amiga ya que no tenía otra cosa mejor que hacer. Aceptó la flor mágica que le dio el Espantapájaros (o sea, el Mago Malvado) y la olfateó. ¡Ojalá no lo hubiera hecho! Enseguida se convirtió en un Bello Príncipe en cuya cabeza brillaba una corona y de su costado colgaba una espada. Así, en un abrir y cerrar de ojos se terminó el plácido esparcimiento. Ningún príncipe puede estar tirado sobre una piedra porque siempre aparece una princesa a la que hay que salvar.
–¡Que vaya al ramha! –gritó Kitkat como aquel que conoce la solución perfecta.
–¿Y eso qué es?
–Una construcción especial. Hay que poner helio dentro y entonces crecerá. Se transformará en un reloj de torre magnífico en el que se encuentra la rueda dentada más pequeña del mundo que es la que dirige el Universo.
–¿El Dimensionador también?
En ese momento Kitkat se quedó pensativo por un instante pero después asintió con la cabeza.
–Eso también. Solo hay que tener mucho cuidado para que el Espantapájaros no regrese antes al Dimensionador para conseguir el lector de ojos.
–¿Qué? –No podía creerlo. –¿No querrías seguir tú desde aquí, Kitkat?
–Hay muchos sitios peligrosos en el Dimensionador –replicó Kitkat de nuevo–. El laboratorio, el depósito de armas y el búnker. Allí depositan el lector de ojos con el que a través de la mirada se descubre lo que se cuece en tu cabeza.
–Entiendo –dije bastante inseguro.
–Entonces di ahora tú lo que pasó. –Me ordenó de nuevo.
–Lo que pasó es que mientras la rana convertida en el Bello Príncipe se echó en camino para llegar cuanto antes a la ramha y después moviendo un poquitín la rueda dentada poner las cosas en orden, el Mago Malvado, en forma de Espantapájaros corrió de vuelta al Dimensionador. Los dos sintieron que era una lucha a vida o muerte. Menos mal que la flor que el Espantapájaros le dio para que la oliera, se apiadó del Bello Príncipe y con sus hojas y sus pétalos hizo revivir las ondas Luising que llevaron alucinantemente rápido a nuestro héroe a la ramha.
–Y vencieron a las ondas Resering, que siempre estaban en guerra la una contra la otra –observó Kitkat.
–Exactamente –afirmé, como si hubiera entendido algo–. La única cosa sin resolver era si el Bello Príncipe podría poner las cosas del mundo moviendo la rueda dentada un poquitín antes de que al Mago Malvado le diera tiempo de atrapar el lector de ojos. Respiré profundamente y seguí:
–En realidad el Príncipe tuvo suerte porque en casa del Mago Malvado, ahora en forma de Espantapájaros, se formó un gran desbarajuste mientras que estaba ausente de casa. Todo tipo de individuos que en su día fueron encantados por el Mago Malvado, como la Sandía Marciana, el Toro de Lunares y la Jirafa del Patinete, habían desarmado a su fiel servidora la Flor del Pulpo. Fue en vano que hubiese tantas armas en el Dimensionador y en la Tele Explotadora, el Mago Malvado ya no pudo hacer nada.
–¿Es eso cierto? –Kitkat me miró fijamente.
–Naturalmente –contesté con una sonrisa misteriosa–. ¿Acaso no lo sabías?
–¿Y qué ocurrió junto a la ramha? –Ignoró Kitkat mi pregunta astutamente.
–Allí todo pasó como lo habías predicho. El Bello Príncipe se subió a la torre, no preguntó qué hora era, tan solo giró un ápice la rueda dentada con el dedo pulgar y el índice. Enseguida se reconstituyó el orden mundial: el Príncipe se reconvirtió en una Rana verde normal y la Princesa pálida que sufría en una celda de la torre también volvió a ser una Rana. Ese fue el verdadero regalo, porque las ranas se casaron inmediatamente.
–La ramha es capaz de hacer milagros ya te lo dije. En realidad existe un laberinto subterráneo que la conecta con el Dimensionador, solo que esto es un gran secreto. –Completó el cuento con su explicación profesional Kitkat.
–Pero ¿cuál quieres que sea el castigo para el Mago Malvado?
Eso le hizo pensar de nuevo pero de pronto se iluminó su cara.
–¡Ya lo tengo! Los demás van a obligarle a trabajar un verano entero como Espantapájaros. Por un tiempo le tiraran a la corriente Alange y eso le privará de todas sus fuerzas mágicas. Después estará listo para espantar a los cuervos.
–Y, ¿ya nunca más volverá a ser malvado?
–No, porque el Bello Príncipe reconvertido en Rana tiene ahora el lector de ojos y si volviese a pensar cualquier maldad la Rana daría la alarma a los habitantes del Dimensiador inmediatamente. Yo asentí rápidamente con la cabeza, como si fuese alguien que acababa de tener los mismos pensamientos.
–Y además –Añadió–, puede que haya pronto otra dimensión más.
–¿Otra? –Me quedé perplejo –. ¿Cuál?
Se encogió de hombros:
–Nuestra clase.
Y eso fue algo que no me sorprendió nada. Al fin y al cabo, Kitkat era una dimensión en sí. ¡Cómo no iba a serlo entonces una clase entera!
–Vamos a fabricar un cuento –dijo un buen día entusiasmado– en el que aparezca la Rana Encantada y …
Aquí se puso pensativo, ya que encontrar la pareja apropiada para algo, eso sí es una de las ciencias más difíciles del mundo.
–¿La Caperucita Roja?–pregunté.
Sólo sacudió la cabeza.
–¿El oso Winnie the Pooh?
Ahora ya frunció las cejas y puso un dedo ante sus labios.
–¡¡Ssshhh!!
Y yo esperé.
Entonces de repente lo dijo.
–El Espantapájaros.
–¡Oh, oh, oh! –grité sorprendido.
–¿A qué vienen tantos “oh”? ¿Acaso no está bien?
–Sí, sí, estupendo.
Benny Jackson, artista peruano
Benny Jackson, artista peruano
–Entonces –declaró– ellos se encuentran y hacen algo.
Entendí que la continuación del cuento –fuera como fuera– recaería sobre mí. Pero si se trata de un cuento, entonces ni modo, hay que actuar, o sea, contar.
–Érase una vez un Mago Malvado que podía tomar la forma de todo tipo de figuras. Su intención era practicar la magia oscura. Ocurrió que un lindo día justo a mitad del verano se había puesto en camino bajo la forma de un Espantapájaros. Para colmo no mostraba una cara perversa sino más bien bondadosa, y por esta razón era verdaderamente malo.
–¿Y cuándo vendrá el Dimensionador? –Interrumpió Kitkat llegando a este punto.
–Ah, ¿qué el Dimensionador también va a aparecer en este cuento? –exclamé asombrado.
–¡Por supuesto! Así se convertirá en un cuento fantástico. –Insistió.
–Está bien pero esta parte la cuentas tú porque yo no entiendo mucho de esto.
–Vale. –Aprobó él y prosiguió con el tema que había dejado empezado.
–En el Dimensionador puedes pasar de una dimensión a otra como lo hace este Mago Malvado. Solamente hay que conocer el código. ¿Tú sabes cuál es?
–Y, ¿cómo lo voy a saber?
–Te lo voy a confesar. –Inspiró aire –. X581yasg888#vgg0021rto##K154zgû. –Recitó Kitkat con tal sencillez que incluso durante un trasplante de cabeza sería capaz de repetirlo.
Y después continuó en un tono más didáctico:
–Entonces, aquí está todo con lo que se puede dominar el mundo. Aquí llegan las ondas Luising, las ondas Resering y la corriente Alange
–¿Qué?
–¡No me interrumpas!–señaló Kitkat.
–Estas cosas se pueden usar también con fines nobles, solo causan problemas si caen en manos del Mago Malvado. Porque, por ejemplo, si lanzan a alguien al Espacio Espiral nunca va poder escaparse de allí, por lo menos no sin ayuda. Esa persona puede morirse de hambre, aunque allí en el Dimensiador estén las Esporas Alimenticias para el Hombre, de las que podría alimentarse.
–¿Esporas? –pregunté extrañado.
–Sí, la espora es un producto que contiene todo lo que necesita nuestro organismo. Una espora contiene provisiones para una semana.
–Vale, vale, –interrumpí–Pero ¿qué pasa con el Espantapájaros y la Rana?
–Eso sigue contándolo tú–me ordenó.
–El Mago Malvado, ese día convertido en Espantapájaros, después de haber tomado su ración semanal de esporas salió para cometer una gran fechoría. Saltando de una dimensión a otra llegó a la orilla del lago. Dirigió la mirada a su alrededor para ver si venía la corriente Alange.
–Pero esa corriente solo puede existir en el Dimensionador.
–Está bien entonces simplemente dirigió la mirada a su alrededor y vio a una rana que estaba tomando el sol sobre una piedra. No esperó más, ya que era infinitamente malo. Pero todavía quería disimularlo, así que sacó una pequeña flor y dijo en tono amable de espantapájaros – Oh, ¡tú Rana encantadora! No tengo ningún amigo en este mundo. ¿Quieres ser mi amigo?– La rana sintió lástima del Espantapájaros solitario y accedió con gusto a ser su amiga ya que no tenía otra cosa mejor que hacer. Aceptó la flor mágica que le dio el Espantapájaros (o sea, el Mago Malvado) y la olfateó. ¡Ojalá no lo hubiera hecho! Enseguida se convirtió en un Bello Príncipe en cuya cabeza brillaba una corona y de su costado colgaba una espada. Así, en un abrir y cerrar de ojos se terminó el plácido esparcimiento. Ningún príncipe puede estar tirado sobre una piedra porque siempre aparece una princesa a la que hay que salvar.
–¡Que vaya al ramha! –gritó Kitkat como aquel que conoce la solución perfecta.
–¿Y eso qué es?
–Una construcción especial. Hay que poner helio dentro y entonces crecerá. Se transformará en un reloj de torre magnífico en el que se encuentra la rueda dentada más pequeña del mundo que es la que dirige el Universo.
–¿El Dimensionador también?
En ese momento Kitkat se quedó pensativo por un instante pero después asintió con la cabeza.
–Eso también. Solo hay que tener mucho cuidado para que el Espantapájaros no regrese antes al Dimensionador para conseguir el lector de ojos.
–¿Qué? –No podía creerlo. –¿No querrías seguir tú desde aquí, Kitkat?
–Hay muchos sitios peligrosos en el Dimensionador –replicó Kitkat de nuevo–. El laboratorio, el depósito de armas y el búnker. Allí depositan el lector de ojos con el que a través de la mirada se descubre lo que se cuece en tu cabeza.
–Entiendo –dije bastante inseguro.
–Entonces di ahora tú lo que pasó. –Me ordenó de nuevo.
–Lo que pasó es que mientras la rana convertida en el Bello Príncipe se echó en camino para llegar cuanto antes a la ramha y después moviendo un poquitín la rueda dentada poner las cosas en orden, el Mago Malvado, en forma de Espantapájaros corrió de vuelta al Dimensionador. Los dos sintieron que era una lucha a vida o muerte. Menos mal que la flor que el Espantapájaros le dio para que la oliera, se apiadó del Bello Príncipe y con sus hojas y sus pétalos hizo revivir las ondas Luising que llevaron alucinantemente rápido a nuestro héroe a la ramha.
–Y vencieron a las ondas Resering, que siempre estaban en guerra la una contra la otra –observó Kitkat.
–Exactamente –afirmé, como si hubiera entendido algo–. La única cosa sin resolver era si el Bello Príncipe podría poner las cosas del mundo moviendo la rueda dentada un poquitín antes de que al Mago Malvado le diera tiempo de atrapar el lector de ojos. Respiré profundamente y seguí:
–En realidad el Príncipe tuvo suerte porque en casa del Mago Malvado, ahora en forma de Espantapájaros, se formó un gran desbarajuste mientras que estaba ausente de casa. Todo tipo de individuos que en su día fueron encantados por el Mago Malvado, como la Sandía Marciana, el Toro de Lunares y la Jirafa del Patinete, habían desarmado a su fiel servidora la Flor del Pulpo. Fue en vano que hubiese tantas armas en el Dimensionador y en la Tele Explotadora, el Mago Malvado ya no pudo hacer nada.
–¿Es eso cierto? –Kitkat me miró fijamente.
–Naturalmente –contesté con una sonrisa misteriosa–. ¿Acaso no lo sabías?
–¿Y qué ocurrió junto a la ramha? –Ignoró Kitkat mi pregunta astutamente.
–Allí todo pasó como lo habías predicho. El Bello Príncipe se subió a la torre, no preguntó qué hora era, tan solo giró un ápice la rueda dentada con el dedo pulgar y el índice. Enseguida se reconstituyó el orden mundial: el Príncipe se reconvirtió en una Rana verde normal y la Princesa pálida que sufría en una celda de la torre también volvió a ser una Rana. Ese fue el verdadero regalo, porque las ranas se casaron inmediatamente.
–La ramha es capaz de hacer milagros ya te lo dije. En realidad existe un laberinto subterráneo que la conecta con el Dimensionador, solo que esto es un gran secreto. –Completó el cuento con su explicación profesional Kitkat.
–Pero ¿cuál quieres que sea el castigo para el Mago Malvado?
Eso le hizo pensar de nuevo pero de pronto se iluminó su cara.
–¡Ya lo tengo! Los demás van a obligarle a trabajar un verano entero como Espantapájaros. Por un tiempo le tiraran a la corriente Alange y eso le privará de todas sus fuerzas mágicas. Después estará listo para espantar a los cuervos.
–Y, ¿ya nunca más volverá a ser malvado?
–No, porque el Bello Príncipe reconvertido en Rana tiene ahora el lector de ojos y si volviese a pensar cualquier maldad la Rana daría la alarma a los habitantes del Dimensiador inmediatamente. Yo asentí rápidamente con la cabeza, como si fuese alguien que acababa de tener los mismos pensamientos.
–Y además –Añadió–, puede que haya pronto otra dimensión más.
–¿Otra? –Me quedé perplejo –. ¿Cuál?
Se encogió de hombros:
–Nuestra clase.
Y eso fue algo que no me sorprendió nada. Al fin y al cabo, Kitkat era una dimensión en sí. ¡Cómo no iba a serlo entonces una clase entera!
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Five Poems in English, translated by Carol Cavionne
2013
Ballad of Narrow Alleys
Vanished in the alley.
Followed the track.
Cobblestones centuries old.
Conceited clown, you always look up
when you feel lost.
Those strange mountains
bluer than the sky,
but never mind.
Foot itching
hand shaking
blood curdled in the body.
What procession ahead?
A squint-eyed Madonna,
What a sham.
The moon is sick too,
yellow and gazing back.
It’s love, of course,
that quack chemist.
You should have known
the dream is a trap,
all words rhyme with misery;
where, tell me, are you heading?
At the end of the lane
the enfolding silence,
those mountains, those eyes.
We have long been waiting for you, sir.
Lime shoveled into a hole in the ground.
How many times you wished
you were someone else.
Now, not even a stranger’s hand
to sprinkle the dirt,
not one mourner to be found to sing
so that you
forget the pain.
***
Dots of light
The doctor is easy-going
looks like a man I once knew who
was trying to prove
we are all cousins.
We are one, he said
plainly. I recognize
him in the doctor’s glance,
as he nods, yes,
this is what we can expect,
these things happen.
He falls silent, then,
like a volcano, erupts,
invades my body.
As he scribbles my prescriptions, we talk
about literature, he too is a writer
has composed an article about cankers
in medical language.
The October sunlight
shines through the window
and the metal heads
of the hip prosthetics
lying on the table
glitter with thousands of dots of light.
***
Eagle Eye
I keep sucking a door-handle
while Beauty with a cloud-like face is whispering:
“The little shoe of happiness seems light.”
She makes a smacking sound--
“That’s how mud squelches,”
and adds: “old buddy, old pal, old chum.”
Dreaming sometimes is a painful task.
It’s true that you fly then
but in return both your arms are cut off
and you immediately spread-eagle
into the yellow fall leaves
illuminated
like lamps.
***
Wednesday and Saturday
I went there on Wednesday and on Saturday—
it was summer all over
the August landscape, like a green parlor
elegant and stately.
Here and there a dazzling glitter
but only the deep somber lights
are for lounging
and strolling
listening to the murmur
and the silence of the lake as it tells its story.
Three days later
fall has seized the land
the green parlor plundered
her faded wallpaper torn away
door slamming with a bang.
The basalt organs sound
a painful music
off key
the road, as it winds away
between the poplars,
pales in the distance.
And still, wherever I look
there we stand on the hillside
gilded like saints
pointing their fingers to their hearts.
***
1914. 1984. 1994.
1914
What a summer day! As if we were given only this one, never to be repeated.
After the first bombing attempt, the archduke’s motorcade is planned to change direction,
but the driver is not told about it. He drives as if
nothing had changed. Only when they shout at him, what are you doing, that is not the right way, does he stop at the Latin Bridge.
Princip has time to charge his pistol; he steps to the archduke’s automobile
and fires. One into Ferdinand, one into her royal highness.
Both are perfect shots, worth a gold medal.
He intends to shoot himself as well, but he is held down: they want Princip alive.
So be it.
1984
They take the Olympic torch to every city
that will be in flames in ten years’ time.
Then the day comes, what a winter day!
Wearing a down jacket, Princip is carrying the torch,
running with somewhat heavy steps,
but when the flame blazes up in the great cauldron, tens of thousands
break out in cheers and applause.
Princip modestly takes a bow.
No Hungarian has earned a medal, true, no Yugoslavian either.
There is not one familiar name on the list of medalists, not one preserved
by the collective memory. They ski jump, skate,
strive and sweat in the cold, to prove what they are capable of.
Princip is sitting in the stands,
watching with a shiver this great exertion, this futile, exaggerated,
desire to shine.
The winners keep their medals on display in their homes, under glass;
the same stylized snowflake
which is still there, embedded, torn by grenades, in the concrete of the shopping street.
1994
Shooting is not a winter Olympic sport. But in Sarajevo they are shooting
in the winter. And also in the summer, in the fall, and
in the spring. Even the buds on the trees are shaped like bullets.
When Serbian troops march up the surrounding mountains
to start the siege, Princip is giving the orders to fire.
They trust him, he knows his business. What it means
To pull down worlds, and build them up again.
For this is what life is made of, many and many deaths.
Their names are burned a thousand times more deeply
than any Olympic winner.
Now, up there, in the Biban restaurant, chevapchichi is roasted again,
but most people agree that nothing will ever be the same.
Prinzip? Ahmed knows him well, he delivers ballpoint pens made from machine gun ammunition to the old marketplace; Ahmed is pleased, it brings a pretty good turnover. Goran claims that he often pops into his bookstore, browsing, but never buying. Alea says the other day, a man fell over her in the tram when the driver stepped suddenly on the brakes just off the Latin Bridge.
It was Princip, she recognized him. And very politely, he apologized.
(All translations by Carol Cavionne, USA)
Vanished in the alley.
Followed the track.
Cobblestones centuries old.
Conceited clown, you always look up
when you feel lost.
Those strange mountains
bluer than the sky,
but never mind.
Foot itching
hand shaking
blood curdled in the body.
What procession ahead?
A squint-eyed Madonna,
What a sham.
The moon is sick too,
yellow and gazing back.
It’s love, of course,
that quack chemist.
You should have known
the dream is a trap,
all words rhyme with misery;
where, tell me, are you heading?
At the end of the lane
the enfolding silence,
those mountains, those eyes.
We have long been waiting for you, sir.
Lime shoveled into a hole in the ground.
How many times you wished
you were someone else.
Now, not even a stranger’s hand
to sprinkle the dirt,
not one mourner to be found to sing
so that you
forget the pain.
***
Dots of light
The doctor is easy-going
looks like a man I once knew who
was trying to prove
we are all cousins.
We are one, he said
plainly. I recognize
him in the doctor’s glance,
as he nods, yes,
this is what we can expect,
these things happen.
He falls silent, then,
like a volcano, erupts,
invades my body.
As he scribbles my prescriptions, we talk
about literature, he too is a writer
has composed an article about cankers
in medical language.
The October sunlight
shines through the window
and the metal heads
of the hip prosthetics
lying on the table
glitter with thousands of dots of light.
***
Eagle Eye
I keep sucking a door-handle
while Beauty with a cloud-like face is whispering:
“The little shoe of happiness seems light.”
She makes a smacking sound--
“That’s how mud squelches,”
and adds: “old buddy, old pal, old chum.”
Dreaming sometimes is a painful task.
It’s true that you fly then
but in return both your arms are cut off
and you immediately spread-eagle
into the yellow fall leaves
illuminated
like lamps.
***
Wednesday and Saturday
I went there on Wednesday and on Saturday—
it was summer all over
the August landscape, like a green parlor
elegant and stately.
Here and there a dazzling glitter
but only the deep somber lights
are for lounging
and strolling
listening to the murmur
and the silence of the lake as it tells its story.
Three days later
fall has seized the land
the green parlor plundered
her faded wallpaper torn away
door slamming with a bang.
The basalt organs sound
a painful music
off key
the road, as it winds away
between the poplars,
pales in the distance.
And still, wherever I look
there we stand on the hillside
gilded like saints
pointing their fingers to their hearts.
***
1914. 1984. 1994.
1914
What a summer day! As if we were given only this one, never to be repeated.
After the first bombing attempt, the archduke’s motorcade is planned to change direction,
but the driver is not told about it. He drives as if
nothing had changed. Only when they shout at him, what are you doing, that is not the right way, does he stop at the Latin Bridge.
Princip has time to charge his pistol; he steps to the archduke’s automobile
and fires. One into Ferdinand, one into her royal highness.
Both are perfect shots, worth a gold medal.
He intends to shoot himself as well, but he is held down: they want Princip alive.
So be it.
1984
They take the Olympic torch to every city
that will be in flames in ten years’ time.
Then the day comes, what a winter day!
Wearing a down jacket, Princip is carrying the torch,
running with somewhat heavy steps,
but when the flame blazes up in the great cauldron, tens of thousands
break out in cheers and applause.
Princip modestly takes a bow.
No Hungarian has earned a medal, true, no Yugoslavian either.
There is not one familiar name on the list of medalists, not one preserved
by the collective memory. They ski jump, skate,
strive and sweat in the cold, to prove what they are capable of.
Princip is sitting in the stands,
watching with a shiver this great exertion, this futile, exaggerated,
desire to shine.
The winners keep their medals on display in their homes, under glass;
the same stylized snowflake
which is still there, embedded, torn by grenades, in the concrete of the shopping street.
1994
Shooting is not a winter Olympic sport. But in Sarajevo they are shooting
in the winter. And also in the summer, in the fall, and
in the spring. Even the buds on the trees are shaped like bullets.
When Serbian troops march up the surrounding mountains
to start the siege, Princip is giving the orders to fire.
They trust him, he knows his business. What it means
To pull down worlds, and build them up again.
For this is what life is made of, many and many deaths.
Their names are burned a thousand times more deeply
than any Olympic winner.
Now, up there, in the Biban restaurant, chevapchichi is roasted again,
but most people agree that nothing will ever be the same.
Prinzip? Ahmed knows him well, he delivers ballpoint pens made from machine gun ammunition to the old marketplace; Ahmed is pleased, it brings a pretty good turnover. Goran claims that he often pops into his bookstore, browsing, but never buying. Alea says the other day, a man fell over her in the tram when the driver stepped suddenly on the brakes just off the Latin Bridge.
It was Princip, she recognized him. And very politely, he apologized.
(All translations by Carol Cavionne, USA)
Flighbook Hungary
2009
A kötet az osztrák légitársaság, az Austrian Airlines és a Wieser Verlag közremûködésével jött létre, a mai magyar irodalom rövid antológája, amit az osztrák légijáratokon kapnak meg az utasok.
|
Europa Erlesen - Alpen Adria (3 részlet)
2009
|
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